lunes, 24 de septiembre de 2012

El desván del abuelo-Llegaron las doce de la noche



 

 

El tiempo desde que degustamos la rica tarta de la abuela, hasta el momento de subir a la tercera planta de la casa de los abuelos, fue no quitar ojo al reloj de cuco que tenia la abuela colgado en la pared del salón, acabamos de cenar a las diez y el cuco se hacía de rogar para salir por la ventanita del reloj, yo ya pensaba en que abría que llamar al veterinario por si al cuco le había pasado algo.

El abuelo, nada más acabar la cena, se sentó en su sillón orejero, le acerque su café bien cargado, el cual dejaba un olor en toda la casa a café colombiano bien tostado,  la lámpara  tenía una pequeña repisa, la típica lámpara de lectura. No le quitaba ojo, cada vez que hacia un movimiento, me entraba un cosquilleo por la tripa, pensando en que había llegado la hora y se iba a levantar para decirme. ¡Acompáñame al desván! Después de no sé cuantos minutos eternos, por fin salió el cuco a cantar su “CUCU” de las medias horas, eran las once y media de la noche y vi como el abuelo Lucas inclinaba mucho su cabeza hacia atrás para tomar el café, era un signo evidente de que era el último sorbo de ese café colombiano.

¡Por fin!... Se levanto lentamente apoyando sus manos sobre los reposabrazos del viejo sillón orejero y soltó la frase que estuve esperando durante toda la noche.

-¿Me quieres acompañar al desván, Ivan? (Perdonar mi despiste, por no haberme presentado antes)

-Por supuesto que si abuelo…, le conteste.

-Disfrutar de la noche…, nos comento la abuela con una sonrisa y unas lagrimillas que se hacían esperar a resbalar por sus mejillas arrugadas.

Subimos las escaleras, yo detrás suyo y al igual que la espera en el salón, me parecía que estuviésemos subiendo las escaleras de un rascacielos. Los nervios ya no solo se quedaron en la tripa, me temblaban hasta las piernas.

Saco su llavero y en un apartado de cuero saco la llave de su desván. Abrió la puerta, encendió la luz. El desván era toda la parte de arriba de la casa. En un lateral debajo, de un gran ventanal, tenía una mesa de trabajo, con infinidad de herramientas para trabajar manualidades.  El desván era grande pues tenía la misma cantidad de metros cuadrados que la planta de la casa, todo ello ocupado con una gran base de tableros, en los cuales tenía montado el abuelo una maqueta de una ciudad, pero ahí no quedaba lo que tenia montado, tenía un entramado de poleas con las cuales bajaba a su antojo otras maquetas de diferentes tipos, uffff nunca podía imaginar que el abuelo tuviera montado esto en el desván. No le faltaba detalle, personas paseando, su ferrocarril, sus calles, arboles, etc, etc…, incluso en algunos de los edificios, se podía ver en el interior a sus habitantes. No sabía a dónde mirar, era como entrar en un mundo casi real.

-¿Qué te parece? Ivan.

-Abuelo es impresionante lo que tienes montado aquí. La cantidad de tiempo que te abra llevado montar esto.

- Y todavía no has visto lo mejor, mira detrás de la puerta, veras que hay un interruptor, mas grande que los demás, faltan dos minutos para que den las doce y te hagas mayor, cuando yo te diga cierra los ojos y sube el interruptor, cuando lo hayas subido te podrás dar la vuelta y abrir los ojos.

Me acerque a donde estaba el cuadro de la luz, espere a que el abuelo me dijera cuando lo tenía que subir, el apago la luz.

-Ya son ya las doce, súbelo.

Así lo hice, con mis manos sudorosas lo subí y me volví.

Wuuuuauuuu, no podía creer lo que estaba viendo, no sé de donde pudo salir, pero empezó aparecer un sol por unas de las paredes, en lo que iba cogiendo altura, la maqueta con todos sus personajes empezaron a tomar vida, si vida. Incluso hablaban entre ellos, no podía creer lo que estaba sucediendo, era real, era… como… no sabría como describirlo, era una ciudad en miniatura con vida real. No cabía en mi tal sorpresa, eso no podía estar pasando, las personas caminaban, entraban y salían de la estación del ferrocarril, los coches se paraban ante los semáforos en rojo, para que pasaran las personas por los pasos cebras, ufff.

-Abuelo ¿qué es lo que está pasando? ¿Estoy en un sueño? ¿O es realidad lo que estoy viendo?

-Es realidad todo lo que estás viendo y viviendo.

- Y las demás maquetas que cuelgan del techo, les pasa lo mismo…, le pregunte.

-Sí, lo mismo ¿quieres ver las otras?

-Si, por favor.

-Tendrás que hacer lo mismo que antes, ya no hace falta esperar a que den las doce, ya eres mayor de edad, al lado del interruptor que has subido, hay otros que hacen que bajen las otras, ya te pondré unas notas al lado para que sepas cual es cada unos de ellos y a que maqueta pertenecen.

Elegí uno al azar, de pronto se paro todo el movimiento que había en la de la ciudad.

Bajo una que era de la época medieval, tenía su castillo, su gran bosque, su mercadillo dentro del castillo y al igual que en la ciudad sus personajes empezaron a tomar vida, hasta los caballeros y sus caballos trotaban por el bosque, pegadas a la pared, unas grandes montañas, pero un momento, esto ya era cosa de sueños… de una de las cuevas de las montañas salió un dragón, ¡Si, un dragón! de los que vuelan y echando fuego por su boca, era impresionante…, no tenia palabras, me quede paralizado al ver como sobrevolaba la maqueta.

-¡Abuelo eres un genio! ¿Cómo has podido hacer esto?

Su única contestación fueron unas carcajadas jajaja.

-Me dejas que pruebe con otras…, le pregunte.

-Claro que si, son mías, de tu padre y desde esta noche tuyas.

Volví a repetir la operación que con las otras.

En esta ocasión, bajo una maqueta, toda ella era un gran bosque encantado, tenía sus cascadas, su rio con aguas cristalinas recorriendo toda la maqueta, el sonido de las aguas era tan real, como su agua, tímidamente se asomaban algunos animales como pajarillos echando a revolotear  por el desván, su aldea con sus campesinos e incluso unas cuantas hadas volando y echando sus polvillos mágicos iluminando todo el bosque y entre los árboles se veían los movimientos correteando de algunos duendes, e incluso hubo un momento que callo no sé de donde, una fina lluvia sobre la maqueta y dando lugar a que apareciese un arco iris, que iba de una esquina a la otra del gran desván. Esto era algo increíble, algo inimaginable para contar.

No sé el tiempo que pasaría desde que subimos, hasta que hice aparecer las maquetas, desde luego creo que el reloj se debió parar no se por cuánto tiempo.

-Creo que por hoy, está bien. Ivan puedes subir las noches que quieras, las tienes a tu disposición toda tu vida, pero solo tienes que prometerme, al igual que yo lo hice con mi padre lo hizo con su abuelo, tu padre conmigo y ahora lo harás tú conmigo y cuando veas a tu padre lo harás con él. Que hasta que tu primogénito, no cumpla los dieciséis años no le desvelaras el secreto en este caso del desván, nuestros antepasados las tenían escondidas bajo llave, en graneros, cobertizos, etc, etc…, es un tesoro que guardamos desde hace cientos de años. Y no preguntes por qué ocurre, porque nadie ha sabido nunca el porqué. Lo único que tienes que hacer, es cuidarlas como cuidas tu vida y a la gente que te rodea, con amor y humildad y así podrás crear tus propias maquetas con vida, de ellas sacaras infinidad de historias para contar a tus nietos. Tu llave del desván la encontraras, en el último pedazo de la tarta de la abuela.

Baje las escaleras, saltando los escalones de tres en tres, nada más llegar al salón ahí estaba la abuela sentada, dormida en el sofá con su manta echada sobre sus piernas.

 Intentando no hacer ruido, para no despertarla, me dirigí hacia la puerta de la cocina, cuando de pronto escuche…, a la abuela decir:

-El ultimo trozo de tarta, te lo he guardado con un vaso de leche, lo tienes sobre la mesa tapado con una servilleta para que los glotones de los insectos, no se vayan atragantar con tu llave. Tómatelo y a la cama, que la noche me parece que se te va hacer muy corta.

-Gracias abuela, me lo subo a mi habitación y buenas noches.

Mientras, el abuelo seguía en su desván, a saber en qué maqueta estaría trabajando para darla vida.

 

Rafael Huertas

domingo, 23 de septiembre de 2012

El desván del abuelo




 

Un hombre con el pelo todo blanco, de tez curtida por el paso de los años, manos anchas y grandes, con dedos largos, capaces de desmontar un reloj, volverlo a montar y que el tiempo transcurrido en desmontarlo y montarlo, no surgiera efecto en el tiempo, sabiduría sobre la vida y caudales de imaginación por sus venas ese era el abuelo Lucas.

Un abuelo como cualquier otro o casi me atrevo a decir, como el que todos queremos o quisimos tener. El tenia algo especial aparte del cariño que daba, se dejaba querer con sus rarezas por culpa de su edad.

Los veranos que pase con él y con la abuela, en la casa de campo donde tenía su retiro fueron de los mejores de mi vida, con el aprendí amar a la naturaleza, nuestros largos paseos por el bosque, hacían que fuéramos los protagonistas de infinidad de historias, las cuales él era el narrador.

Recuerdo que mi abuela, después de cada paseo, nos esperaba su bronca correspondiente, por la tardanza en ellos, las comidas siempre nos las comíamos recalentadas, a él y a mí no nos importaba, ya que, como cada comida de las abuelas por muy recalentadas o frías que estén siempre están riquísimas.

Como cada verano, mi abuelo tenía sus momentos  para él solo, esos momentos eran en la noche después de cenar, se subía a su desván y bajo llave se encerraba allí hasta alta horas de la noche. Por más que quise saber lo que hacía o escondía en el, nunca me lo llego a decir. Su contestación era siempre la misma.

-Lo que hago en el desván es cosa para mayores. Cuando seas mayor te lo enseñare.

-Y la abuela porque no sabe lo que tienes en el desván, le pregunte. Ella es mayor…

-Tu abuela y yo, hicimos un pacto cuando nos vinimos a vivir aquí, cada uno escogió su espacio, tu abuela escogió el jardín y yo el desván. Ella cuida de su espacio y yo hago lo propio con el mío.

Mi abuelo, no contaba que ese año aunque yo seguía teniendo, las mismas ganas de mis paseos con él, de escuchar sus maravillosas historias, ese año yo cumpliría estando en su compañía la mayoría de edad, según él, fue mayor con 16 años y mirar por donde ese verano los cumpliría yo. El creo que no se acordaba de ese acontecimiento.

El misterio del desván, pocas veces me quito el sueño, pues nunca me quito su tiempo conmigo por estar en el. Imagine siempre que haría manualidades o algo sobre restauración, más que nada por los materiales que siempre subía a primera hora de la mañana, cuando venía del pueblo, ya que la casa estaba retirada de él.

Llego el día antes de mi cumpleaños. Unos días antes mi abuela y yo, acordamos en no comentar nada al respecto, queríamos comprobar cómo andaba el abuelo de memoria.

Como todos los días salimos a dar nuestro paseo por los alrededores, me extraño mucho que no comenzase a contarme ninguna historia y os puedo asegurar, que nunca se repitió en ninguna en los años que veranee con él.

Nos sentamos a descansar, en nuestro sitio preferido. Era en un alto desde el cual se veía, la casa de los abuelos y se divisaba a lo lejos el pueblo. Era el lugar donde más interesante se ponían sus historias, pero ese día ¿no sé por qué?  No hubo ninguna, es mas era el primer día que apoyaba su palo de paseo, más de lo normal, no le di mucha importancia, pues estaba bastante entrado en años, aunque con una salud bastante buena para sus años.

Le pregunte si estaba cansado…

-No,  cansado no estoy, lo que pasa que mañana me harás un año más viejo también a mi… Me contesto con una sonrisa.

Me hizo sacar una sonrisa. Y le pregunte ¿que porque no me había contado ninguna historia, en el camino?

-Porque a partir de esta noche, darás vida a algunas de las historias que te he contado.

-¿Cómo que daré vida algunas de tus historias?

-No preguntes y no te impacientes, que la paciencia es una virtud que no tenemos que perder en la vida. Esta noche te enseñare el desván.

Regresamos a casa, fue uno de los pocos días, que tuvimos que esperar a que la abuela acabase la comida. Hasta ella se extrañó…

-¿Estáis algunos de los dos enfermemos?

-No abuela. Esta noche el abuelo me dará su regalo y me enseñara el desván.

-Entonces, si hay un enfermo, tu abuelo.

-No mujer, como mañana será su cumpleaños y cumple los 16 le quiero hacer su regalo de cumpleaños, esta noche nada mas den las 12 de la noche…, le contesto el abuelo.

Nada mas comer, se me empezaron hacer las horas más eternas de mi vida ¿que podía ser el regalo que me tenía guardado el abuelo en el desván?

Vi al abuelo que salió de casa y se dirigió hacia el garaje, como su sombra me acerque a él.

- ¿abuelo me dejas que te acompañe?

-si como no

Se acerco a la Vespino que tenia de mi padre, la destapo…

-Vamos a ver si somos capaces de arrancarla, me comento.

-Pero abuelo, mis padre no vendrá hasta navidades.

-Ya, pero aquí parada no hace nada.

-¿Abuelo no serás capaz de montar en ella? tu ya no estás para montar en moto.

-¡Como que no! Será porque no quiera. Pero no la quiero arrancar para montar yo, es para que te vayas a dar una vuelta, estoy viendo que te va a dar algo hasta que den las doce. Así te podrás acercar al pueblo y distraerte hasta la hora de la cena. Nos pusimos manos a la obra, le llevo un rato a mi abuelo, pero al final ¡Lo conseguimos! La vespino sonaba, como un violín recién afinado.

-Abuelo eres genial, di a la abuela que llegare antes de que este la cena en la mesa.

Me di una vuelta por el pueblo, montado en la Vespino de mi padre, era todo un orgullo para mí, fue él quien me enseño a montar en ella, después de echarle unos litros de gasolina no tarde en llamarle, para contarle que el abuelo la había arrancado para mí y contarle, que el abuelo me enseñaría el desván. El si había subido al desván, pero le hizo una promesa al abuelo, de que nunca diría a nadie lo que en él había. Después de mucho insistir, esa tarde, tampoco me desvelo lo que había.

Llego la hora de volver a casa de los abuelos. El sol empezaba a buscar regazo entre las montañas,  para dejar el paso al brillo de las estrellas. Cenamos los tres como cualquier noche cualquiera, bueno como cualquier otra no, ni para mí ni para el abuelo, sus ojos delataban  que también iba a ser especial para él, yo era su único nieto y según el mayor de edad, me iba a enseñar su tesoro” el desván” Después de compartirlo con mi padre, le llego la hora de hacerlo con su nieto. Como seria las ganas que teníamos los dos, de que dieran las doce, que durante la cena, la abuela nos comento…

-O cenáis masticando la comida en vez de engullirla, o no abra postre especial para ninguno de los dos. El tiempo no se va a retrasar, cuando tengan que ser las doce, serán.

-No niña (así era como llamaba mi abuelo a mi abuela, su nombre era Enriqueta) no nos dejes sin probar la tarta de manzana con nueces, por favor. Si tenemos que subir al desván a las doce y cinco, subiremos  a esa hora o unos minutos más tarde…, comento el abuelo.

-Se, que se lo tienes que enseñar antes de que den las doce, pero todavía hay tiempo…, comento la abuela.

Creo que la abuela, sabía algo sobre lo que el abuelo tenía en su espacio ¿que podía tener el abuelo?  Nunca en estos años imagine que podía ser.

Continuara…

sábado, 15 de septiembre de 2012

A MI HIJO CARLOS




Quiero deshacer el camino y emprender de nuevo el vuelo, sentirme como gaviota trazando en el aire un sueño. Borrar fantasmas que hubo, pesadillas y recuerdos.
Hacer un nido en el mar con la espuma,  con lo inmenso y cogerte en mis brazos hijo, navegar lejos muy lejos donde no haya niños sordos, ni deformados, ni ciegos, solo las olas del mar que acaricien nuestros cuerpos. Apretar tus manos pequeñitas, tu pecho junto a mi pecho para sentirme gaviota trazando en el aire un sueño.
Tu cara no será bonita dicen los que están ciegos, ellos no podrán ver nunca la belleza que llevas dentro,  la inocencia de tu alma, la ternura que yo llevo. Lo que me das día a día comprenderán con el tiempo cuando conozcan tu alma sin mirar solo tu cuerpo, Solo así seré gaviota cuando vean que no sueño.

 

Obdulia Fernandez

martes, 11 de septiembre de 2012

Desaprender



Llegamos a un momento en la vida, que creemos que lo sabemos casi todo, sabemos o intentamos resolver los problemas del día a día, los problemas amorosos, del trabajo ,resolver los problemas de los demás. Creíamos que la vida seria mas fácil aprendiendo. Y así, aprendimos año tras año ,hasta llegar hacernos adultos y creyendo que lo hemos aprendido todo, o casi todo en la vida. Que bonito y bueno era aprender.
El otro día, en cierta ciudad, a la entrada de un Parque. Vi en fila de a uno a unos críos, en edad escolar, de unos 4 o 5 añitos, todos agarrados de la mano en fila, iban tan contentos, todos con ropa de primavera verano, nada que les atase, solo la mano de la compañera o compañero, seguro que iban aprender como nacía la vida en ese parque, ya que es temporada, de que la vida nazca en esta estación, iban sin preocupaciones de ninguna clase, nadie regañaba con nadie, sin prisas porque acabase el día, era día de diversión y de aprender de la vida ,en este caso de la naturaleza.
Me quede pensando, que a veces me gustaría aprender, a como desaprender en la vida. Y volver a disfrutar de los años que viví aprendiendo. Lo peor de todo, es que los seres humanos nunca dejamos de aprender. Y nunca aprenderemos a desaprender.

Rafael Huertas