Baje y vi su cuerpo dentro
del perímetro vallado del edificio, estaba tendido y sangrando por la boca, la
sangre que manaba de su boca no era de la herida creada por mí, me acerque y vi
como de su pecho surgían ciertos impulsos de vida, titubee el quitarla la venda
de los ojos, me entro una sensación que nunca había sentido, era entre
curiosidad y quizás algo de miedo por ver su mirada. No era yo… ¿Dónde estaba
mi crueldad, mi pasión por ver morir sufriendo a mis victimas? ¿Qué me había o
me estaba ocurriendo?
La quite la venda… Sus ojos estaban cerrados, le puse mi dedo
corazón en el cuello y pude sentir el bombeo de su corazón a través de su vena,
mis pulsaciones se agitaron como intentando por medio del contacto darla vida,
no podía ser. Para mis adentros intentaba llamar a mi otro yo, el que
disfrutaba viendo brotar la sangre de mis victimas, el que llegaba al éxtasis al ver el sufrimiento de sus semejantes, ese
demonio o lo que fuera parecía haber desaparecido de mis entrañas.
De pronto… Escuche un
balbuceo salir de ella, sus ojos empezaron abrirse lentamente, mi mente como mi
cuerpo quedaron paralizados. Esos ojos no eran los que me desafiaban hacia unas
horas, eran unos ojos que no manaban dolor ninguno, no pedían perdón ni
clemencia.
Extendió con signos de dolor su brazo hacia mí para retirarme mi
mano de su cuello, cogió mi mano con fuerza para que acercase mi cara a la suya
y susurrándome al oído me dijo…
-No necesito tu compasión…,
estoy luchando por la vida como tú has luchado junto a la muerte por quitar
vidas, tu acabas de ganar tu batalla contra la maldad que llevabas dentro, solo
te pido que me ayudes a ganar mi batalla contra la que ha sido tu fiel
compañera durante toda tu vida.
Esas palabras hicieron que de mis ojos manaran lo que antes brotes
ensangrentados de ira, se encharcaran de unas lágrimas de pena que ellos nunca
habían se habían complacido en tenerlas.
Sin pensarlo cogí en mis brazos su cuerpo casi moribundo y la lleve
a un hospital, yo desaparecí nada más
dejarla en urgencias. Pase varios meses después de lo acontecido en retiro en
un monasterio recluido por mi propia voluntad intentando encontrar respuestas a
lo acontecido en mi maldita vida. Sin encontrar respuestas después de pasado el
tiempo volví al lugar donde nos conocimos, allí estaba ella en su esquina. Me
dirigí a su encuentro…
-Buenas noches ¿Te puedo invitar a dar un paseo? La pregunte…
Ella nada mas verme me reconoció.
-¡Cómo no! pensaba que nunca vendrías a ver a tu víctima, veo por
tus ojos, que también ganaste tu batalla final.
Desde aquella noche comenzamos los dos un paseo por la vida,
escogiendo un camino que nos unió y por
el cual seguimos juntos.
¿De nuestras vidas? Quién sabe si algún día escribiremos juntos, nuestras
vivencias de ese nuestro paseo.
Rafael Huertas
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