Un hombre con el pelo
todo blanco, de tez curtida por el paso de los años, manos anchas y grandes,
con dedos largos, capaces de desmontar un reloj, volverlo a montar y que el
tiempo transcurrido en desmontarlo y montarlo, no surgiera efecto en el tiempo,
sabiduría sobre la vida y caudales de imaginación por sus venas ese era el
abuelo Lucas.
Un abuelo como cualquier
otro o casi me atrevo a decir, como el que todos queremos o quisimos tener. El
tenia algo especial aparte del cariño que daba, se dejaba querer con sus
rarezas por culpa de su edad.
Los veranos que pase con
él y con la abuela, en la casa de campo donde tenía su retiro fueron de los
mejores de mi vida, con el aprendí amar a la naturaleza, nuestros largos paseos
por el bosque, hacían que fuéramos los protagonistas de infinidad de historias,
las cuales él era el narrador.
Recuerdo que mi abuela,
después de cada paseo, nos esperaba su bronca correspondiente, por la tardanza
en ellos, las comidas siempre nos las comíamos recalentadas, a él y a mí no nos
importaba, ya que, como cada comida de las abuelas por muy recalentadas o frías
que estén siempre están riquísimas.
Como cada verano, mi
abuelo tenía sus momentos para él solo,
esos momentos eran en la noche después de cenar, se subía a su desván y bajo
llave se encerraba allí hasta alta horas de la noche. Por más que quise saber
lo que hacía o escondía en el, nunca me lo llego a decir. Su contestación era
siempre la misma.
-Lo que hago en el desván
es cosa para mayores. Cuando seas mayor te lo enseñare.
-Y la abuela porque no
sabe lo que tienes en el desván, le pregunte. Ella es mayor…
-Tu abuela y yo, hicimos
un pacto cuando nos vinimos a vivir aquí, cada uno escogió su espacio, tu
abuela escogió el jardín y yo el desván. Ella cuida de su espacio y yo hago lo
propio con el mío.
Mi abuelo, no contaba que
ese año aunque yo seguía teniendo, las mismas ganas de mis paseos con él, de
escuchar sus maravillosas historias, ese año yo cumpliría estando en su
compañía la mayoría de edad, según él, fue mayor con 16 años y mirar por donde
ese verano los cumpliría yo. El creo que no se acordaba de ese acontecimiento.
El misterio del desván,
pocas veces me quito el sueño, pues nunca me quito su tiempo conmigo por estar
en el. Imagine siempre que haría manualidades o algo sobre restauración, más
que nada por los materiales que siempre subía a primera hora de la mañana,
cuando venía del pueblo, ya que la casa estaba retirada de él.
Llego el día antes de mi
cumpleaños. Unos días antes mi abuela y yo, acordamos en no comentar nada al
respecto, queríamos comprobar cómo andaba el abuelo de memoria.
Como todos los días
salimos a dar nuestro paseo por los alrededores, me extraño mucho que no
comenzase a contarme ninguna historia y os puedo asegurar, que nunca se repitió
en ninguna en los años que veranee con él.
Nos sentamos a descansar,
en nuestro sitio preferido. Era en un alto desde el cual se veía, la casa de
los abuelos y se divisaba a lo lejos el pueblo. Era el lugar donde más
interesante se ponían sus historias, pero ese día ¿no sé por qué? No hubo ninguna, es mas era el primer día que
apoyaba su palo de paseo, más de lo normal, no le di mucha importancia, pues
estaba bastante entrado en años, aunque con una salud bastante buena para sus
años.
Le pregunte si estaba
cansado…
-No, cansado no estoy, lo que pasa que mañana me
harás un año más viejo también a mi… Me contesto con una sonrisa.
Me hizo sacar una
sonrisa. Y le pregunte ¿que porque no me había contado ninguna historia, en el
camino?
-Porque a partir de esta
noche, darás vida a algunas de las historias que te he contado.
-¿Cómo que daré vida
algunas de tus historias?
-No preguntes y no te
impacientes, que la paciencia es una virtud que no tenemos que perder en la
vida. Esta noche te enseñare el desván.
Regresamos a casa, fue
uno de los pocos días, que tuvimos que esperar a que la abuela acabase la
comida. Hasta ella se extrañó…
-¿Estáis algunos de los
dos enfermemos?
-No abuela. Esta noche el
abuelo me dará su regalo y me enseñara el desván.
-Entonces, si hay un
enfermo, tu abuelo.
-No mujer, como mañana
será su cumpleaños y cumple los 16 le quiero hacer su regalo de cumpleaños,
esta noche nada mas den las 12 de la noche…, le contesto el abuelo.
Nada mas comer, se me
empezaron hacer las horas más eternas de mi vida ¿que podía ser el regalo que
me tenía guardado el abuelo en el desván?
Vi al abuelo que salió de
casa y se dirigió hacia el garaje, como su sombra me acerque a él.
- ¿abuelo me dejas que te
acompañe?
-si como no
Se acerco a la Vespino
que tenia de mi padre, la destapo…
-Vamos a ver si somos
capaces de arrancarla, me comento.
-Pero abuelo, mis padre
no vendrá hasta navidades.
-Ya, pero aquí parada no
hace nada.
-¿Abuelo no serás capaz
de montar en ella? tu ya no estás para montar en moto.
-¡Como que no! Será
porque no quiera. Pero no la quiero arrancar para montar yo, es para que te
vayas a dar una vuelta, estoy viendo que te va a dar algo hasta que den las
doce. Así te podrás acercar al pueblo y distraerte hasta la hora de la cena.
Nos pusimos manos a la obra, le llevo un rato a mi abuelo, pero al final ¡Lo
conseguimos! La vespino sonaba, como un violín recién afinado.
-Abuelo eres genial, di a
la abuela que llegare antes de que este la cena en la mesa.
Me di una vuelta por el
pueblo, montado en la Vespino de mi padre, era todo un orgullo para mí, fue él
quien me enseño a montar en ella, después de echarle unos litros de gasolina no
tarde en llamarle, para contarle que el abuelo la había arrancado para mí y
contarle, que el abuelo me enseñaría el desván. El si había subido al desván,
pero le hizo una promesa al abuelo, de que nunca diría a nadie lo que en él
había. Después de mucho insistir, esa tarde, tampoco me desvelo lo que había.
Llego la hora de volver a
casa de los abuelos. El sol empezaba a buscar regazo entre las montañas, para dejar el paso al brillo de las estrellas.
Cenamos los tres como cualquier noche cualquiera, bueno como cualquier otra no,
ni para mí ni para el abuelo, sus ojos delataban que también iba a ser especial para él, yo
era su único nieto y según el mayor de edad, me iba a enseñar su tesoro” el
desván” Después de compartirlo con mi padre, le llego la hora de hacerlo con su
nieto. Como seria las ganas que teníamos los dos, de que dieran las doce, que
durante la cena, la abuela nos comento…
-O cenáis masticando la
comida en vez de engullirla, o no abra postre especial para ninguno de los dos.
El tiempo no se va a retrasar, cuando tengan que ser las doce, serán.
-No niña (así era como
llamaba mi abuelo a mi abuela, su nombre era Enriqueta) no nos dejes sin probar
la tarta de manzana con nueces, por favor. Si tenemos que subir al desván a las
doce y cinco, subiremos a esa hora o
unos minutos más tarde…, comento el abuelo.
-Se, que se lo tienes que
enseñar antes de que den las doce, pero todavía hay tiempo…, comento la abuela.
Creo que la abuela, sabía
algo sobre lo que el abuelo tenía en su espacio ¿que podía tener el abuelo? Nunca en estos años imagine que podía ser.
Continuara…