domingo, 23 de septiembre de 2012

El desván del abuelo




 

Un hombre con el pelo todo blanco, de tez curtida por el paso de los años, manos anchas y grandes, con dedos largos, capaces de desmontar un reloj, volverlo a montar y que el tiempo transcurrido en desmontarlo y montarlo, no surgiera efecto en el tiempo, sabiduría sobre la vida y caudales de imaginación por sus venas ese era el abuelo Lucas.

Un abuelo como cualquier otro o casi me atrevo a decir, como el que todos queremos o quisimos tener. El tenia algo especial aparte del cariño que daba, se dejaba querer con sus rarezas por culpa de su edad.

Los veranos que pase con él y con la abuela, en la casa de campo donde tenía su retiro fueron de los mejores de mi vida, con el aprendí amar a la naturaleza, nuestros largos paseos por el bosque, hacían que fuéramos los protagonistas de infinidad de historias, las cuales él era el narrador.

Recuerdo que mi abuela, después de cada paseo, nos esperaba su bronca correspondiente, por la tardanza en ellos, las comidas siempre nos las comíamos recalentadas, a él y a mí no nos importaba, ya que, como cada comida de las abuelas por muy recalentadas o frías que estén siempre están riquísimas.

Como cada verano, mi abuelo tenía sus momentos  para él solo, esos momentos eran en la noche después de cenar, se subía a su desván y bajo llave se encerraba allí hasta alta horas de la noche. Por más que quise saber lo que hacía o escondía en el, nunca me lo llego a decir. Su contestación era siempre la misma.

-Lo que hago en el desván es cosa para mayores. Cuando seas mayor te lo enseñare.

-Y la abuela porque no sabe lo que tienes en el desván, le pregunte. Ella es mayor…

-Tu abuela y yo, hicimos un pacto cuando nos vinimos a vivir aquí, cada uno escogió su espacio, tu abuela escogió el jardín y yo el desván. Ella cuida de su espacio y yo hago lo propio con el mío.

Mi abuelo, no contaba que ese año aunque yo seguía teniendo, las mismas ganas de mis paseos con él, de escuchar sus maravillosas historias, ese año yo cumpliría estando en su compañía la mayoría de edad, según él, fue mayor con 16 años y mirar por donde ese verano los cumpliría yo. El creo que no se acordaba de ese acontecimiento.

El misterio del desván, pocas veces me quito el sueño, pues nunca me quito su tiempo conmigo por estar en el. Imagine siempre que haría manualidades o algo sobre restauración, más que nada por los materiales que siempre subía a primera hora de la mañana, cuando venía del pueblo, ya que la casa estaba retirada de él.

Llego el día antes de mi cumpleaños. Unos días antes mi abuela y yo, acordamos en no comentar nada al respecto, queríamos comprobar cómo andaba el abuelo de memoria.

Como todos los días salimos a dar nuestro paseo por los alrededores, me extraño mucho que no comenzase a contarme ninguna historia y os puedo asegurar, que nunca se repitió en ninguna en los años que veranee con él.

Nos sentamos a descansar, en nuestro sitio preferido. Era en un alto desde el cual se veía, la casa de los abuelos y se divisaba a lo lejos el pueblo. Era el lugar donde más interesante se ponían sus historias, pero ese día ¿no sé por qué?  No hubo ninguna, es mas era el primer día que apoyaba su palo de paseo, más de lo normal, no le di mucha importancia, pues estaba bastante entrado en años, aunque con una salud bastante buena para sus años.

Le pregunte si estaba cansado…

-No,  cansado no estoy, lo que pasa que mañana me harás un año más viejo también a mi… Me contesto con una sonrisa.

Me hizo sacar una sonrisa. Y le pregunte ¿que porque no me había contado ninguna historia, en el camino?

-Porque a partir de esta noche, darás vida a algunas de las historias que te he contado.

-¿Cómo que daré vida algunas de tus historias?

-No preguntes y no te impacientes, que la paciencia es una virtud que no tenemos que perder en la vida. Esta noche te enseñare el desván.

Regresamos a casa, fue uno de los pocos días, que tuvimos que esperar a que la abuela acabase la comida. Hasta ella se extrañó…

-¿Estáis algunos de los dos enfermemos?

-No abuela. Esta noche el abuelo me dará su regalo y me enseñara el desván.

-Entonces, si hay un enfermo, tu abuelo.

-No mujer, como mañana será su cumpleaños y cumple los 16 le quiero hacer su regalo de cumpleaños, esta noche nada mas den las 12 de la noche…, le contesto el abuelo.

Nada mas comer, se me empezaron hacer las horas más eternas de mi vida ¿que podía ser el regalo que me tenía guardado el abuelo en el desván?

Vi al abuelo que salió de casa y se dirigió hacia el garaje, como su sombra me acerque a él.

- ¿abuelo me dejas que te acompañe?

-si como no

Se acerco a la Vespino que tenia de mi padre, la destapo…

-Vamos a ver si somos capaces de arrancarla, me comento.

-Pero abuelo, mis padre no vendrá hasta navidades.

-Ya, pero aquí parada no hace nada.

-¿Abuelo no serás capaz de montar en ella? tu ya no estás para montar en moto.

-¡Como que no! Será porque no quiera. Pero no la quiero arrancar para montar yo, es para que te vayas a dar una vuelta, estoy viendo que te va a dar algo hasta que den las doce. Así te podrás acercar al pueblo y distraerte hasta la hora de la cena. Nos pusimos manos a la obra, le llevo un rato a mi abuelo, pero al final ¡Lo conseguimos! La vespino sonaba, como un violín recién afinado.

-Abuelo eres genial, di a la abuela que llegare antes de que este la cena en la mesa.

Me di una vuelta por el pueblo, montado en la Vespino de mi padre, era todo un orgullo para mí, fue él quien me enseño a montar en ella, después de echarle unos litros de gasolina no tarde en llamarle, para contarle que el abuelo la había arrancado para mí y contarle, que el abuelo me enseñaría el desván. El si había subido al desván, pero le hizo una promesa al abuelo, de que nunca diría a nadie lo que en él había. Después de mucho insistir, esa tarde, tampoco me desvelo lo que había.

Llego la hora de volver a casa de los abuelos. El sol empezaba a buscar regazo entre las montañas,  para dejar el paso al brillo de las estrellas. Cenamos los tres como cualquier noche cualquiera, bueno como cualquier otra no, ni para mí ni para el abuelo, sus ojos delataban  que también iba a ser especial para él, yo era su único nieto y según el mayor de edad, me iba a enseñar su tesoro” el desván” Después de compartirlo con mi padre, le llego la hora de hacerlo con su nieto. Como seria las ganas que teníamos los dos, de que dieran las doce, que durante la cena, la abuela nos comento…

-O cenáis masticando la comida en vez de engullirla, o no abra postre especial para ninguno de los dos. El tiempo no se va a retrasar, cuando tengan que ser las doce, serán.

-No niña (así era como llamaba mi abuelo a mi abuela, su nombre era Enriqueta) no nos dejes sin probar la tarta de manzana con nueces, por favor. Si tenemos que subir al desván a las doce y cinco, subiremos  a esa hora o unos minutos más tarde…, comento el abuelo.

-Se, que se lo tienes que enseñar antes de que den las doce, pero todavía hay tiempo…, comento la abuela.

Creo que la abuela, sabía algo sobre lo que el abuelo tenía en su espacio ¿que podía tener el abuelo?  Nunca en estos años imagine que podía ser.

Continuara…

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