Un día me levante sin planes ninguno, decidí ir a recorrer el barrio por donde transcurrieron mis primeros años de mi vida, nada más llegar a la calle donde nací, mi memoria empezó a rejuvenecer y me vinieron a mi cabeza momentos que en mi vida de diario, pocas veces me podrían venir, dando un pequeño paseo, me acerque al parque donde pase muchísimas tardes jugando y creciendo. La entrada a él no había cambiado desde entonces, el que no estaba era el hombre con su puesto de pipas y golosinas. Una vez dentro empecé a caminar, me encontré con la fuente con la que disfrute muchísimas tarde de un barco de madera que me regalaron, la verdad es que me pareció mucho más pequeña de cuando dejaba navegar a mi barco, poniéndole el timón en posición de que diera vueltas alrededor de la fuente, el barco de madera era la atracción de muchas tardes para los muchachos del parque, recuerdo que iba a pilas, llevaba una de petaca, de esas que arrimabas la lengua a sus pestañas de latón para ver si tenía carga o no, si te daba una pequeña descarga todavía tenia para poner a navegar mi barco. Me senté un momento frente a la fuente, se me vino la imagen de mi madre llamándome para darme el bocadillo de la merienda, mientras ella se la daba a mi hermana sentada en el carro.
Decidí caminar un poco, pues la mañana invitaba a ello, no había mucha gente, me senté en un banco, con una pradera de césped detrás. Enfrente al banco donde me senté había un hombre, por la apariencia de su edad debía estar recién jubilado, estaba leyendo el periódico y con la compañía de unas cuatro o cinco palomas, picoteando a su alrededor, imagino que desayunando las migas de algunos bocadillos de niños, no era raro encontrar a alguien leyendo el periódico, a la sombra de unos viejos arboles en un parque.
Lo que si me pareció asombroso, era como los asiduos corredores que hacían footing, le saludaban todos, incluso el les comentaba alguno levantando la mirada del periódico…, Hoy llevas tres minutos por debajo de tu tiempo.
Y como no a las chicas, sus piropos correspondientes y las chicas le daban las gracias con una gran sonrisa e incluso, le contestaban…, tú sí que estas guapo hoy Lucas. Así fue como me entere de cómo se llamaba. Después de tan agradable, rato viendo esos detalles, vi como se levanto de su banco, y se dirigió hacia el mío.
¿Le importa si me siento a su lado? Me pregunto muy amablemente.
No, para nada por favor…, le conteste.
No me extraño, pero mi sorpresa fue, que arrastrando una gran manguera doblada a la mitad y con los dos extremos por encima del hombro, llego el que me imaginaba era empleado del ayuntamiento y jardinero del parque. Con razón se levanto de su banco, se levanto para que el hombre hiciera su trabajo
Saludo con un: Buenos días Lucas y compañía… Buenos días le contestamos y Lucas añadió…, hoy necesita esa pradera unos cuantos litros de agua más de lo normal, la noche fue calurosa y creo que anda con más sed de lo normal.
El empleado abrió la boca de riego, que estaba al lado del banco donde estaba sentado Lucas, abrió con una llave larga en forma de “T” que llevaba colgada de su cinturón y se dispuso a regar la pradera, el frescor del agua se agradecía y el que mas el césped, que empezó a coger un brillo agradeciendo el agua.
Las palomas, mientras se dedicaron a beber de la boca de riego y una vez satisfechas, se acercaron a nuestro banco. Los mismos corredores que pasaron antes, lo volvieron hacer de nuevo y como no, Lucas les animaba a que se dieran más prisa para la próxima vuelta ¡Vamos que con el frescor del agua, en esta ganareis tiempo! Les comentaba mientras iban pasando, todos sudorosos.
Nada más pasar los corredores, como un rayo vi como se acercaban dos perros hacia nosotros, las palomas emprendieron con un salto sus vuelos por lo que se acercaba, imponían…, eran un Bóxer y un Pastor Alemán, ufff que dos pedazos de perros y eso que a mí me encantan, se abalanzaron sobre Lucas, como si el dueño fuera él, eran muy cariñosos y no dejaban de darle lametazos por donde podían, como si le conocieran de toda la vida, fue muy agradable ver el gesto de los perros hacia él.
Le pregunte… ¿Son suyos? No…, me contesto. Son Kiss el bóxer y la hembra Lluvia la pastor alemán, son de mis amigos que vienen por ahí. A lo lejos vi como venían una pareja. Se acercaron donde estábamos sentados. Buenos días Lucas y compañía ¿qué tal todo? Bien contesto Lucas.
Yo estaba alucinando, toda la gente que entraba por la puerta del parque, conocía a Lucas mi compañero de banco.
No se le veía un hombre solitario y muchos menos un indigente de los que duermen en los bancos de los parques, se le veía muy educado y con sentido del humor.
Veo que conoce a todo el mundo que pasea por el parque, le comente…Si son todos amigos y buenas personas…, me contesto. Llevara viniendo desde hace mucho tiempo para conocerlos a todos…, si unos cuantos. Es uno de esos lugares, en los que te encuentras como en casa, sientes la naturaleza dentro de la ciudad y como tengo todo el día, suelo pasar aquí las mañanas de casi todo el año, cuando hace mal tiempo, también suelo pasear por él, es mi segundo hogar, si quieres acompañarme nos sentaremos en otro banco, si, porque no…, le conteste. La verdad no sabía el porqué del cambio, No dirigimos a uno que había al pie de un viejo árbol muy frondoso, desde el cual se veía el banco en el que estábamos sentados. Mira si hubiéramos continuado sentados allí, ya estaríamos con el sol en nuestras cabezas…, me comento. Así era, quede alucinado de cómo conocía cada rincón del parque.
¿Cómo que has vuelto al parque?…, me pregunto. La verdad es que desde mi niñez, nunca había vuelto aquí, solían traerme mis padres a mi hermana y a mí, al cumplir los ocho años nos mudamos de barrio y hoy me dio por venir a visitarlo de nuevo, de mis vagos recuerdos veo que no ha cambiado mucho.
¡Pero un momento! Esa pregunta me dejo pensativo… ¿Cómo sabia el que yo había estado en el parque? No le había hecho ningún comentario al respecto.
No sabía si preguntarle por la pregunta… o quizás era una simple pregunta, sin más explicación que una manera de hacerla.
Nos quedamos los dos sin mediar palabras durante unos instantes. La verdad es que la mañana era para disfrutarla allí, solo se escuchaba el revoloteo de los pajarillos de rama en rama, el picoteo en la arena de las palomas que nos acompañaban en nuestro recorrido por los bancos del parque y el agua salir de la manguera del empleado del ayuntamiento y ver algún que otro corredor y paseantes.
No me pude contener mas y le pregunte por su pregunta… ¿porque me ha preguntado, que como es que vuelto al parque? Se hecho una sonrisa...
Porque sonríe…, le pregunte.
Porque Rafael me viene a la cabeza, la primera vez que pusiste a navegar tu barco de madera, aquel barco blanco de pasajeros que traías al parque casi todas las tardes, la ilusión con que le ponías a navegar en la fuente del centro del parque y como disfrutabais tu y todos tus amigos viéndole dar vueltas en la fuente corriendo detrás del barco.
¡Un momento! ¿Cómo sabe mi nombre, y sabe lo del barco? Es una larga historia de contar… pásate otro día y te la contare, seguro que te gustara… Ahora tengo que dejarte, debo irme. Me encontraras aquí en el parque cualquier día que vengas. Se levanto despidiéndose, con un… ¡Hasta pronto Rafael!
No sabía qué hacer…, quise levantarme para seguirle y que me aclara todo, pero algo extraño me ocurría, parecía como si el banco tuviese pegamento o un gran imán, no me dejaba levantarme mientras él se alejaba dirección de la puerta principal. Me di cuenta que se dejo el periódico, le eche un vistazo y…, no podía ser, tenia fecha de cuando yo tenía ocho años.
Sin lugar a dudas, seguro que volveré no tardando mucho al parque… no dejare de saber más de Lucas.
Continuara…
Rafael