El tiempo desde que
degustamos la rica tarta de la abuela, hasta el momento de subir a la tercera
planta de la casa de los abuelos, fue no quitar ojo al reloj de cuco que tenia
la abuela colgado en la pared del salón, acabamos de cenar a las diez y el cuco
se hacía de rogar para salir por la ventanita del reloj, yo ya pensaba en que
abría que llamar al veterinario por si al cuco le había pasado algo.
El abuelo, nada más
acabar la cena, se sentó en su sillón orejero, le acerque su café bien cargado,
el cual dejaba un olor en toda la casa a café colombiano bien tostado, la lámpara tenía una pequeña repisa, la típica lámpara de
lectura. No le quitaba ojo, cada vez que hacia un movimiento, me entraba un cosquilleo
por la tripa, pensando en que había llegado la hora y se iba a levantar para
decirme. ¡Acompáñame al desván! Después de no sé cuantos minutos eternos, por
fin salió el cuco a cantar su “CUCU” de las medias horas, eran las once y media
de la noche y vi como el abuelo Lucas inclinaba mucho su cabeza hacia atrás
para tomar el café, era un signo evidente de que era el último sorbo de ese
café colombiano.
¡Por fin!... Se levanto
lentamente apoyando sus manos sobre los reposabrazos del viejo sillón orejero y
soltó la frase que estuve esperando durante toda la noche.
-¿Me quieres acompañar al
desván, Ivan? (Perdonar mi despiste, por no haberme presentado antes)
-Por supuesto que si
abuelo…, le conteste.
-Disfrutar de la noche…,
nos comento la abuela con una sonrisa y unas lagrimillas que se hacían esperar
a resbalar por sus mejillas arrugadas.
Subimos las escaleras, yo
detrás suyo y al igual que la espera en el salón, me parecía que estuviésemos
subiendo las escaleras de un rascacielos. Los nervios ya no solo se quedaron en
la tripa, me temblaban hasta las piernas.
Saco su llavero y en un
apartado de cuero saco la llave de su desván. Abrió la puerta, encendió la luz.
El desván era toda la parte de arriba de la casa. En un lateral debajo, de un
gran ventanal, tenía una mesa de trabajo, con infinidad de herramientas para
trabajar manualidades. El desván era
grande pues tenía la misma cantidad de metros cuadrados que la planta de la
casa, todo ello ocupado con una gran base de tableros, en los cuales tenía montado
el abuelo una maqueta de una ciudad, pero ahí no quedaba lo que tenia montado,
tenía un entramado de poleas con las cuales bajaba a su antojo otras maquetas
de diferentes tipos, uffff nunca podía imaginar que el abuelo tuviera montado
esto en el desván. No le faltaba detalle, personas paseando, su ferrocarril,
sus calles, arboles, etc, etc…, incluso en algunos de los edificios, se podía
ver en el interior a sus habitantes. No sabía a dónde mirar, era como entrar en
un mundo casi real.
-¿Qué te parece? Ivan.
-Abuelo es impresionante
lo que tienes montado aquí. La cantidad de tiempo que te abra llevado montar
esto.
- Y todavía no has visto
lo mejor, mira detrás de la puerta, veras que hay un interruptor, mas grande
que los demás, faltan dos minutos para que den las doce y te hagas mayor,
cuando yo te diga cierra los ojos y sube el interruptor, cuando lo hayas subido
te podrás dar la vuelta y abrir los ojos.
Me acerque a donde estaba
el cuadro de la luz, espere a que el abuelo me dijera cuando lo tenía que subir,
el apago la luz.
-Ya son ya las doce,
súbelo.
Así lo hice, con mis
manos sudorosas lo subí y me volví.
Wuuuuauuuu, no podía
creer lo que estaba viendo, no sé de donde pudo salir, pero empezó aparecer un
sol por unas de las paredes, en lo que iba cogiendo altura, la maqueta con
todos sus personajes empezaron a tomar vida, si vida. Incluso hablaban entre ellos,
no podía creer lo que estaba sucediendo, era real, era… como… no sabría como
describirlo, era una ciudad en miniatura con vida real. No cabía en mi tal
sorpresa, eso no podía estar pasando, las personas caminaban, entraban y salían
de la estación del ferrocarril, los coches se paraban ante los semáforos en
rojo, para que pasaran las personas por los pasos cebras, ufff.
-Abuelo ¿qué es lo que
está pasando? ¿Estoy en un sueño? ¿O es realidad lo que estoy viendo?
-Es realidad todo lo que
estás viendo y viviendo.
- Y las demás maquetas
que cuelgan del techo, les pasa lo mismo…, le pregunte.
-Sí, lo mismo ¿quieres
ver las otras?
-Si, por favor.
-Tendrás que hacer lo
mismo que antes, ya no hace falta esperar a que den las doce, ya eres mayor de
edad, al lado del interruptor que has subido, hay otros que hacen que bajen las
otras, ya te pondré unas notas al lado para que sepas cual es cada unos de
ellos y a que maqueta pertenecen.
Elegí uno al azar, de
pronto se paro todo el movimiento que había en la de la ciudad.
Bajo una que era de la
época medieval, tenía su castillo, su gran bosque, su mercadillo dentro del
castillo y al igual que en la ciudad sus personajes empezaron a tomar vida,
hasta los caballeros y sus caballos trotaban por el bosque, pegadas a la pared,
unas grandes montañas, pero un momento, esto ya era cosa de sueños… de una de
las cuevas de las montañas salió un dragón, ¡Si, un dragón! de los que vuelan y
echando fuego por su boca, era impresionante…, no tenia palabras, me quede
paralizado al ver como sobrevolaba la maqueta.
-¡Abuelo eres un genio!
¿Cómo has podido hacer esto?
Su única contestación
fueron unas carcajadas jajaja.
-Me dejas que pruebe con
otras…, le pregunte.
-Claro que si, son mías,
de tu padre y desde esta noche tuyas.
Volví a repetir la
operación que con las otras.
En esta ocasión, bajo una
maqueta, toda ella era un gran bosque encantado, tenía sus cascadas, su rio con
aguas cristalinas recorriendo toda la maqueta, el sonido de las aguas era tan
real, como su agua, tímidamente se asomaban algunos animales como pajarillos
echando a revolotear por el desván, su
aldea con sus campesinos e incluso unas cuantas hadas volando y echando sus
polvillos mágicos iluminando todo el bosque y entre los árboles se veían los
movimientos correteando de algunos duendes, e incluso hubo un momento que callo
no sé de donde, una fina lluvia sobre la maqueta y dando lugar a que apareciese
un arco iris, que iba de una esquina a la otra del gran desván. Esto era algo
increíble, algo inimaginable para contar.
No sé el tiempo que
pasaría desde que subimos, hasta que hice aparecer las maquetas, desde luego
creo que el reloj se debió parar no se por cuánto tiempo.
-Creo que por hoy, está
bien. Ivan puedes subir las noches que quieras, las tienes a tu disposición
toda tu vida, pero solo tienes que prometerme, al igual que yo lo hice con mi
padre lo hizo con su abuelo, tu padre conmigo y ahora lo harás tú conmigo y
cuando veas a tu padre lo harás con él. Que hasta que tu primogénito, no cumpla
los dieciséis años no le desvelaras el secreto en este caso del desván,
nuestros antepasados las tenían escondidas bajo llave, en graneros, cobertizos,
etc, etc…, es un tesoro que guardamos desde hace cientos de años. Y no
preguntes por qué ocurre, porque nadie ha sabido nunca el porqué. Lo único que
tienes que hacer, es cuidarlas como cuidas tu vida y a la gente que te rodea,
con amor y humildad y así podrás crear tus propias maquetas con vida, de ellas
sacaras infinidad de historias para contar a tus nietos. Tu llave del desván la
encontraras, en el último pedazo de la tarta de la abuela.
Baje las escaleras,
saltando los escalones de tres en tres, nada más llegar al salón ahí estaba la
abuela sentada, dormida en el sofá con su manta echada sobre sus piernas.
Intentando no hacer ruido, para no
despertarla, me dirigí hacia la puerta de la cocina, cuando de pronto escuche…,
a la abuela decir:
-El ultimo trozo de
tarta, te lo he guardado con un vaso de leche, lo tienes sobre la mesa tapado
con una servilleta para que los glotones de los insectos, no se vayan
atragantar con tu llave. Tómatelo y a la cama, que la noche me parece que se te
va hacer muy corta.
-Gracias abuela, me lo
subo a mi habitación y buenas noches.
Mientras, el abuelo
seguía en su desván, a saber en qué maqueta estaría trabajando para darla vida.
Rafael Huertas