Un día recogiendo mi escritorio.
Me di cuenta que no podía tirar a la basura, las letras sueltas, frases incompletas, acentos, signos de interrogación, todo tipo de palabras etc., etc. Todas esas cosas que sirven, para que se lean los escritos.
Fui acumulando y acumulando, el escritorio parecía un campo de batalla, de vocales contra consonantes, de comas contra puntos, de exclamaciones contra interrogaciones.
¿Que podía hacer? Me acerque a una librería, de esas que tienen todas clases de libros, antiguos, modernos, de cocina, novelas, de poemas y hasta comics. De esas, que tienen dos pisos y una escalera, para deslizarse por las grandes estanterías.
El librero, un hombre mayor ya entrado en años, con barba sin recortar y con pelo largo y cano, con sus gafas prendidas casi en la punta de la nariz.
Le conté el problema que tenia........ La solución que me dio, fue......... Que recogiera el campo de batalla y se lo llevase en un sobre.
Así hice......... Sin abrirlo, é cogió se fue a la trastienda. Cuando salió, me dijo:
He abierto tu sobre, he cogido este punto y seguido, guarda lo...... Y cuando llegues a tu casa, ponlo encima de tu escritorio, seguro que te valdrá, para el próximo escrito. Y todo lo que te sobre de lo que escribas... traérmelo, que a buen recaudo estará. Y a otro escritor valdrá.
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