Estaba sentado en el patio, era una de esas primeras noches calurosas de primavera, echando un vistazo por internet, fumando un cigarro y un whisky con mucho hielo. La única luz era la que desprendía la pantalla del portátil.
Echando un vistazo a los diarios digitales, se me quitaron las ganas de leer noticias, ni una buena dada la situación económica, que han creado los que controlan el mundo. Me dio por pensar y recordar tiempos mejores, los cuales me situaron en mi infancia. Normal como la de cualquier muchacho en su época de juegos.
El último trago de mi refrescante whisky, note que era ya algo aguada, me levante a prepararme otro refrigerio, esta vez lo acompañe con limón. El camino de la cocina al patio, lo hice todo a oscuras, guiándome por el reflejo que daba la pantalla del ordenador.
Nada más sentarme, la pantalla se apago, moví el ratón para tener luz y coger otro cigarrillo. Note como alguien susurraba a mi oído, me dijo: ¡Hola amigo Rafael! me gire pero no había nadie, la familia estaba ya toda en la cama, era una voz que me era muy familiar y peculiar, por más que quería recordar, no me venía a la cabeza de quien era, estaba segurísimo que había mantenido más de una conversación con la persona que me había saludado en voz baja. De nuevo la volví a escuchar: ¿No te acuerdas ya de mí? Hace años, que no me escuchabas verdad te he echado de menos, sobre todo en los juegos.
Al escuchar su última frase, se me vino a la memoria quien era.
Era uno de mis mejores amigos de mi infancia, era mi amigo fiel, con el que podía contar con él en cualquier momento del día, mi compañero de juegos, el que escuchaba mis penas y con el que compartía muy buenos momentos.
Era mi amigo imaginario, mi amigo invisible, la única creo que sabía de su existencia era mi madre, la cual más de una vez me pillo en alguna conversación con él y por mucho que yo quería disimular, mi madre sin preguntarme con quien hablaba, como todas las madres intuía la existencia de mi querido amigo, nunca me pregunto que con quien hablaba, el disimulo era mutuo, a ella juntándome con buena gente era feliz.
No entendí nunca como fueron pasando los días, los meses y los años y se fue perdiendo mi amistad con él. Le pregunte: ¿Cómo te ha ido la vida? Su contestación fue… Como a ti. Los buenos momentos, tu sin saberlo los he compartido contigo al igual que los malos. Yo nunca he cambiado, he seguido siendo el mismo amigo fiel a ti, el que fuiste cambiando fuiste tú, no es ningún reproche, estoy orgulloso de de ti.
Me dejo pensativo con su contestación, nunca me pidió nada a cambio por su fiel amistad y compañía, con él aprendí mucho, pocos amigos hacen de tapia o pared para jugar a la pelota, o estar jugando a las canicas y cuando le tocaba jugar a él siempre me dejaba que tirase yo por él, recuerdo que cuando me aburría de pasear solo con la bici, le invitaba a que el montase sobre el sillín y a mí no me importaba pedalear de pie. Cuando más me hacia compañía, eran las tardes de castigos, esas temporadas que no sé porque, bueno si…, ahora lo sé.
No estaba de moda la palabra stress y si estaba, yo no tenía ni idea que es lo que era, pero seguro que la tendría de escusa más de una vez, cuando entregaba las notas del colegio. Cuando aparecían números en las casillas de menos valor que los dichosos cincos, llevaba todas las papeletas para no bajar a la calle y claro, nada de juegos de habitación y mucho menos televisión. Entonces era cuando aparecía el, siempre teníamos de que hablar o juegos inventados para jugar. Anécdotas con el tendría para hacer parte de mi biografía, pero tampoco quiero que se me conozca, como una persona soñadora aunque lo soy. Creo que todos hemos tenido en algún momento de nuestra infancia, algún amigo así y todos les debemos mucho de cómo somos. El me enseño, que a veces en la vida hay que dar sin esperar nada a veces, el nunca lo hizo conmigo.
Es una pena perder esas clases de amistades por culpa de tenernos que hacernos mayores.
Fíjate cómo has cambiado, me dijo… Nos conocimos, tu tomando refrescos y repartiéndonos las meriendas de por las tardes, ahora tu fumando y tomando whiskys. Los juegos eran totalmente diferentes a los de ahora, no me veo yo jugando contigo y en mis manos un mando de videoconsola, sería difícil jugar.
Es verdad, le conteste… Me pregunto ¿Si los niños de ahora tendrán amigos como tú?
Pregúntales, a lo mejor lo cuentan de mayores, como lo estás haciendo ahora tú… Me contesto. Ahora te dejo que sigas con lo que estabas haciendo y no quiero que nunca me olvides como tu mejor amigo y que siempre estaré, para cuando necesites compañía.
De mi nombre no te preocupes, nunca me llamaste por él, porque yo nunca te lo dije.
Rafael